jueves, 24 de enero de 2013

The Day Will Come

Nuestra intención es empezar este 2013 con nuevos bríos y atender a nuestros seguidores como merecen. Este blog es para nosotros un objeto precioso y, a pesar de no poder dedicarle todo el tiempo que nos gustaría, estamos en plena fase de propósito de enmienda para paliar esta carencia. Nunca es tarde.

Son varios los proyectos que tenemos entre manos, y uno de ellos, del que ahora presentamos una pequeña muestra, tiene el modesto cometido de acercar a nuestros fans algunas de las canciones que nos han acompañado desde nuestros comienzos. Son tonadillas dispares, soniquetes de todo origen y condición que han servido para forjar aquello que se ha dado en llamar "gusto musical" y que en nuestro caso configurarán a buen seguro una extraña amalgama según vayamos cumpliendo nuestro propósito. Y es que hay algo evidente: de entre el ingente material sonoro que entra a diario por nuestros oídos, no está a nuestro alcance decidir qué es lo que se te va a quedar grabado a sangre y fuego en el alma. Eso es algo que, simplemente, ocurre. Un pequeño milagro.

Esta canción es un buen ejemplo de esas melodías que se te agarran al pecho como un catarro postgripal, un chicle recalentado por el sol de agosto que se adhiere a la suela de tu zapato. Pura melancolía catastrofista en la voz del grandísimo Rod Stewart. Este chavalín, mucho antes de lucir esas mallas de leopardo en Da Ya Think I'm Sexy y de convertirse en objeto de curiosas y estrambóticas leyendas urbanas en los años 80 del siglo pasado, varias décadas antes de que se le fuera la pinza repasando de forma cargante lo más convencional del cancionero americano, ya era el mejor intérprete blanco de todos los tiempos, con el permiso de Frank Sinatra y Bing Crosby pero, sobre todo, con la venia de Reggie King de The Action. Palabras mayores.

La canción se llama The Day Will Come y es una composición de Barry Mason fechada en noviembre de 1965. Stewart tenía apenas 20 años cuando la grabó y ya cantaba con todo el sentimiento y el background de un crooner maduro, a pesar de ser un mod obsesionado por Sam Cooke y el R&B. Precisamente la influencia de Sam Cooke, al cual escuchaba compulsivamente en esa época, se aprecia en esta interpretación sumamente delicada, repleta de matices sutiles. Los arreglos de viento son, a nuestro modo de ver, de lo mejor del pop de todos los tiempos y los coros del final ponen la carne de gallina. Para completar el cuadro, la letra es profundamente desgarradora, y me llega al alma siempre que la escucho. Espero que os guste.




The day will come when out of empty space
A flash of fire will light the children's face
Hopelessly, their last tears they will cry
Be too late to ask our leaders why
The day will come, a day of sorrow
A day we'll see them strollin' out to tomorrow.

The song of life that once we knew so well
Will not be heard as we're led into hell
Death is close, yes I can see the sign
And down your street the blood will flow like wine

The day will come, a day of sorrow
A day we'll see them strollin' out tomorrow

The day will come and swallow up the sun
We can't escape, we've got nowhere to run
The generals must be found some work to do
The medals must be bought by me and you, yeah
The day will come of pain and sorrow
And we'll see them strollin' out tomorrow

The day will come
The day will come
The day will come




jueves, 10 de enero de 2013

Takeaways Naked




Andamos bastante liados cada cual en sus quehaceres.

Antonio escribe compulsivamente, afina la guitarra, atiende sus blogs de cocina y cuenta como pétalos de margarita los días transcurridos desde que dejó de fumar. Cada día que pasa, en lugar de marcarlo con una muesca en la pared, se tatúa un pequeño logotipo de Marlboro en el antebrazo.


Gonzalo sigue por esos mundos de Dios tan atareado como siempre, compaginando cuatro o cinco giras simultáneamente y mostrando al mundo esa maravilla que se ha sacado de la manga bajo el título de Three Generations. ¿Aún no lo has comprado? Pásate inmediatamente por iTunes si te da pereza buscar una tienda de discos.


Pero últimamente –¡oh, sacrilegio!– Manu ha sido sorprendido revisando algunas pistas del clásico Pop Secrets, piedra angular de la carrera de Takeaways. Lejos de ser una actitud puramente revisionista (algo que no encaja del todo con nuestros principios fundacionales), se trata en realidad de un intento de despojar a toda esa música que componíamos por aquél entonces de ciertos elementos aleatorios para regresar a la esencia, al sonido crudo de nuestro directo. Siempre hemos sido un trío, y Pop Secrets parece un disco grabado al alimón por el Orfeón Donostiarra con los Fairport Convention en un día de resaca.


En la época en que grabamos ese álbum testimonial, pieza clave de nuestra exigua carrera y resumen de nuestras composiciones originales de la primera época del grupo, estábamos bastante fascinados por las posibilidades que nos ofrecía el puñetero ordenador a la hora de hacer ruiditos de todo tipo. Queríamos órganos hammond a mansalva, trompetas y trombones por doquier y, como mínimo, un cuarteto de cuerda –cuando no la filarmónica de Londres– en todas y cada una de nuestras pequeñas y sencillas composiciones pop de apenas dos minutos y medio.


En cierto modo se trataba de un efecto secundario de nuestra inseguridad como productores, un rasgo más de nuestra condición de advenedizos. Por eso, por la misma razón por la que superponíamos capas sonoras al esqueleto de nuestros temas, decidimos grabar nuestras canciones bajo el paraguas de UPSTART Records, un flamante sello musical creado por nosotros y cuyo único cliente éramos...  ¡nosotros!


Lo del nombre no era casual. A fin de cuentas eso es lo que éramos en el terreno de la producción musical: unos upstarters.


Funcionábamos por intuición, íbamos a ciegas, como un Tommy al que acercan sus seguidores a la máquina de pinball y se pone a darle cera a la bolita metálica. Dentro de nuestro limitado espectro estilístico, además de nuestros sobradamente conocidos gustos y preferencias musicales, desde siempre apreciábamos discos de muchos y muy diferentes estilos, desde el modern jazz al easy listening pasando por el Merseybeat, el Northern Soul, el sonido Stax y Tamla Motown, el pop español más castizo y bizarro, Mozart, el folklore centroeuropeo, la bossa nova o la música polifónica del siglo XVI, por poner algunos ejemplos. Y claro, queríamos que en todas y cada una de nuestras canciones quedaran grabados a sangre y fuego absolutamente todos nuestros gustos musicales. "Todo esto que suena lo hacemos nosotros, y sabemos hacer esto, y esto y esto otro... Ale-hop!" Por eso había en todas aquellas canciones toques de sitar, de clavicordio, de marimbas, de maracas, de panderetas...  Por poco se libraron algunas piezas de quedar sumergidas bajo un alud de zambombas, almireces, dulzainas, cencerros (este sí lo usábamos a menudo), xilófonos y timbales, por no hablar de los cientos de violinistas celestiales que acompañaban cada acorde de guitarra. Pensamos incluso en contratar a un intérprete pasiego para un arreglo de rabel... Aquello no era el puñetero Muro de Sonido, era el mismísimo Muro de las Lamentaciones, la Torre de Babel.


Bromas aparte, ese disco nos gusta mucho. De hecho, lo amamos sobre todas las cosas.


Pero con la perspectiva del tiempo jugando a favor, nos estamos encontrando con la grata sorpresa de que debajo de todas esas capas de maquillaje sonoro aún permanece la esencia de unos tíos tocando en crudo, con mordientes y agresivos riffs de guitarra, voces en ocasiones muy bien empastadas y algunas líneas de bajo bastante resultonas. Así que, para nuestro asombro, los primeros resultados de esta "revisión" están demostrando que el esfuerzo merece la pena. Por ahora ya han pasado por el papel de lija "Merry Awful Youth", que ha ganado en vigor todo lo que perdía en distracciones innecesarias y, sobre todo, "Waiters & Parrots", cuyo glorioso riff de guitarra ha sido en fechas recientes descaradamente "homenajeado" por una banda madrileña cuyo nombre no viene al caso: algo así como si hubiesen cogido nuestra canción original de 1990 y le hubieran hecho una "segunda piel". ¿Coincidencia? ¿Casualidad? ¿Treinta segundos de inspiración en paralelo más de veinte años después y bajo condiciones espacio-temporales significativamente dispares? 


En fin, pelillos a la mar...


Hace algunos años, alguien con criterio –concretamente los ingenieros de EMI por orden expresa de Paul McCartney– cogió con pinzas lo que había hecho Phil Spector con el álbum de los Beatles "Let It Be" y le aplicó un peeling parecido. El resultado se registró bajo el nombre de "Let It be Naked" y pasó sin pena ni gloria, pero nosotros tomamos nota del quiebro y ahora nos ha servido de guiño inspirador para este nuevo movimiento estratégico. Y que quede claro que no estamos comparando, solo intentamos expresar que la desazón que experimentó McCartney con aquél disco barroco producto del empeño de un Lennon bastante enajenado por la heroína y por la adorable, irresistible y omnipresente Yoko, la hemos sentido también nosotros en alguna ocasión a lo largo de estos años. Esperamos compartir muy pronto con vosotros los resultados de este azaroso proyecto que al parecer ya no tiene vuelta atrás.


Seguiremos informando.

Lonerism, el nuevo disco de Tame Impala

Los australianos Tame Impala están fascinados por la psicodelia, casi tanto como nosotros. Usan Rickenbackers y bajos Hofner, teclados retro y grandes dosis de misticismo. Su nuevo disco, Lonerism, es un extraño oasis en este desierto musical con tufillo a gangnam style, pitbull y folclore de telenovela en el que estamos inmersos. 
Destaca especialmente la lennoniana Feel Like We Only Go Backwards, pero el disco encierra joyas como Elephant, Why won't they talk to me? o Apocalypse Dreams.
El cantante suele salir descalzo al escenario y pisa los pedales de guitarra con sus famélicos piececillos desnudos. Un día le va a pegar una buena descarga.

http://www.youtube.com/watch?v=wycjnCCgUes
http://www.youtube.com/watch?v=DANmDX28jEo
http://www.tameimpala.com/about

Se merecen una segunda y una tercera escucha.
Pero podéis empezar por la primera.