jueves, 10 de enero de 2013

Takeaways Naked




Andamos bastante liados cada cual en sus quehaceres.

Antonio escribe compulsivamente, afina la guitarra, atiende sus blogs de cocina y cuenta como pétalos de margarita los días transcurridos desde que dejó de fumar. Cada día que pasa, en lugar de marcarlo con una muesca en la pared, se tatúa un pequeño logotipo de Marlboro en el antebrazo.


Gonzalo sigue por esos mundos de Dios tan atareado como siempre, compaginando cuatro o cinco giras simultáneamente y mostrando al mundo esa maravilla que se ha sacado de la manga bajo el título de Three Generations. ¿Aún no lo has comprado? Pásate inmediatamente por iTunes si te da pereza buscar una tienda de discos.


Pero últimamente –¡oh, sacrilegio!– Manu ha sido sorprendido revisando algunas pistas del clásico Pop Secrets, piedra angular de la carrera de Takeaways. Lejos de ser una actitud puramente revisionista (algo que no encaja del todo con nuestros principios fundacionales), se trata en realidad de un intento de despojar a toda esa música que componíamos por aquél entonces de ciertos elementos aleatorios para regresar a la esencia, al sonido crudo de nuestro directo. Siempre hemos sido un trío, y Pop Secrets parece un disco grabado al alimón por el Orfeón Donostiarra con los Fairport Convention en un día de resaca.


En la época en que grabamos ese álbum testimonial, pieza clave de nuestra exigua carrera y resumen de nuestras composiciones originales de la primera época del grupo, estábamos bastante fascinados por las posibilidades que nos ofrecía el puñetero ordenador a la hora de hacer ruiditos de todo tipo. Queríamos órganos hammond a mansalva, trompetas y trombones por doquier y, como mínimo, un cuarteto de cuerda –cuando no la filarmónica de Londres– en todas y cada una de nuestras pequeñas y sencillas composiciones pop de apenas dos minutos y medio.


En cierto modo se trataba de un efecto secundario de nuestra inseguridad como productores, un rasgo más de nuestra condición de advenedizos. Por eso, por la misma razón por la que superponíamos capas sonoras al esqueleto de nuestros temas, decidimos grabar nuestras canciones bajo el paraguas de UPSTART Records, un flamante sello musical creado por nosotros y cuyo único cliente éramos...  ¡nosotros!


Lo del nombre no era casual. A fin de cuentas eso es lo que éramos en el terreno de la producción musical: unos upstarters.


Funcionábamos por intuición, íbamos a ciegas, como un Tommy al que acercan sus seguidores a la máquina de pinball y se pone a darle cera a la bolita metálica. Dentro de nuestro limitado espectro estilístico, además de nuestros sobradamente conocidos gustos y preferencias musicales, desde siempre apreciábamos discos de muchos y muy diferentes estilos, desde el modern jazz al easy listening pasando por el Merseybeat, el Northern Soul, el sonido Stax y Tamla Motown, el pop español más castizo y bizarro, Mozart, el folklore centroeuropeo, la bossa nova o la música polifónica del siglo XVI, por poner algunos ejemplos. Y claro, queríamos que en todas y cada una de nuestras canciones quedaran grabados a sangre y fuego absolutamente todos nuestros gustos musicales. "Todo esto que suena lo hacemos nosotros, y sabemos hacer esto, y esto y esto otro... Ale-hop!" Por eso había en todas aquellas canciones toques de sitar, de clavicordio, de marimbas, de maracas, de panderetas...  Por poco se libraron algunas piezas de quedar sumergidas bajo un alud de zambombas, almireces, dulzainas, cencerros (este sí lo usábamos a menudo), xilófonos y timbales, por no hablar de los cientos de violinistas celestiales que acompañaban cada acorde de guitarra. Pensamos incluso en contratar a un intérprete pasiego para un arreglo de rabel... Aquello no era el puñetero Muro de Sonido, era el mismísimo Muro de las Lamentaciones, la Torre de Babel.


Bromas aparte, ese disco nos gusta mucho. De hecho, lo amamos sobre todas las cosas.


Pero con la perspectiva del tiempo jugando a favor, nos estamos encontrando con la grata sorpresa de que debajo de todas esas capas de maquillaje sonoro aún permanece la esencia de unos tíos tocando en crudo, con mordientes y agresivos riffs de guitarra, voces en ocasiones muy bien empastadas y algunas líneas de bajo bastante resultonas. Así que, para nuestro asombro, los primeros resultados de esta "revisión" están demostrando que el esfuerzo merece la pena. Por ahora ya han pasado por el papel de lija "Merry Awful Youth", que ha ganado en vigor todo lo que perdía en distracciones innecesarias y, sobre todo, "Waiters & Parrots", cuyo glorioso riff de guitarra ha sido en fechas recientes descaradamente "homenajeado" por una banda madrileña cuyo nombre no viene al caso: algo así como si hubiesen cogido nuestra canción original de 1990 y le hubieran hecho una "segunda piel". ¿Coincidencia? ¿Casualidad? ¿Treinta segundos de inspiración en paralelo más de veinte años después y bajo condiciones espacio-temporales significativamente dispares? 


En fin, pelillos a la mar...


Hace algunos años, alguien con criterio –concretamente los ingenieros de EMI por orden expresa de Paul McCartney– cogió con pinzas lo que había hecho Phil Spector con el álbum de los Beatles "Let It Be" y le aplicó un peeling parecido. El resultado se registró bajo el nombre de "Let It be Naked" y pasó sin pena ni gloria, pero nosotros tomamos nota del quiebro y ahora nos ha servido de guiño inspirador para este nuevo movimiento estratégico. Y que quede claro que no estamos comparando, solo intentamos expresar que la desazón que experimentó McCartney con aquél disco barroco producto del empeño de un Lennon bastante enajenado por la heroína y por la adorable, irresistible y omnipresente Yoko, la hemos sentido también nosotros en alguna ocasión a lo largo de estos años. Esperamos compartir muy pronto con vosotros los resultados de este azaroso proyecto que al parecer ya no tiene vuelta atrás.


Seguiremos informando.