martes, 27 de febrero de 2007

El sabor agridulce de Dreamgirls

PRIMITIVO FAJARDO
Debo decir que esperaba más de Dreamgirls, cuyo sabor me ha resultado tan agridulce como una sopa china. Es lo que tiene mezclar resueltos temas musicales, cantados por excelentes vocalistas –voces dignas de ser premiadas y encapsuladas para escucharlas de por vida– con una ambientación cutrelux y un guión absolutamente anodino, cargado de tópicos y a reventar de clichés, que ofrece al espectador un resultado bastante insulso. Es un petardo de guión con un argumento más simple que el de una película de Marisol y Joselito juntos, que no está a la altura de lo que se podía esperar y, aunque los números musicales rellenan todos los huecos, por su culpa lo que podría haber sido un gran musical se queda en el limbo, a medio camino entre una buena historia y la nada. Qué pena de 70 millones de dólares de presupuesto.

Buenos temas, nula historia
Desconcierto, hablando de musicales, es otra palabra que se le puede aplicar a Dreamgirls, y con ello no quiero decir que sea una película muy mala, pero desde luego tampoco es buena. Bill Condon acierta de lleno en la dirección, pero con su malogrado guión dota de un ritmo irregular a toda la película, lo cual la hace menos llevadera a lo largo de sus más de dos horas de duración. A una primera parte, la de los años 60, muy bien contada, llena de ingeniosas transiciones, le sigue una segunda, la de los años 70, que avanza de forma atropellada y con unas arritmias de dolencia cardíaca que a veces aburren, resultando todo predecible hasta que se va desinflando conforme avanza, llegando sin fuerzas a la insufrible media hora postrera, cuando termina con un forzado y empalagoso happy end. Cabe destacar del filme el documento histórico que supone retratar la época dorada de la música de la Tamla Motown, en la que empezaron a aparecer artistas afroamericanos del pop y el soul como el mismísimo James Brown y otros tantos. Insisto en que el buen nivel de las canciones es lo que sustenta la pobre arquitectura dramática del filme.
En definitiva, Dreamgirls es una película visible si te gusta la música negra, las divas de la canción, los musicales de Broodway y, sobre todo, Operación Triunfo. Después de verla dos veces, confirmo aquello que dijo Gill Grisson en uno de los primeros capítulos de CSI Las Vegas sobre que "no hay una segunda oportunidad para una primera impresión". Pero de igual forma pienso también que a lo mejor no hay que ser tan tikismiquis ni tan rígido y disfrutar de lo bueno que nos puede aportar la película: la música, obviando las críticas sobre sus carencias.